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  • Foto del escritorRoberta

Ritualizar el regreso*


Me seducen las preguntas que no pueden responderse, las de verdad, ésas me sobrecogen, me infunden respeto y temor. Por eso desconfío de los tratados sistemáticos que tienen respuesta a todo. Admiro la honestidad de los que reconocen humildemente que sus ideas son incompletas y frágiles...

Joan-Carles Melich [1]


Tener más preguntas que respuestas es una vieja costumbre que en tiempos de pandemia se ha hecho aún más evidente. En estos meses me he preguntado por los miedos, la valentía, la finitud, por lo que me sostiene, lo que me importa, por las reglas de sanidad, los riesgos; me he hecho preguntas muy (muy) absurdas que después se convirtieron en perfectos pretextos para reír de mi misma, Y justo hoy me estoy preguntando por El Regreso. Sí, con mayúsculas, porque regresar creo que no es cualquier cosa, será (está siendo) una experiencia única para cada persona, dependiendo de su historia, sus circunstancias, los aconteceres vividos durante esta pandemia y muchas otras condiciones.


Hay algo particular que me inquieta en El Regreso… un personaje que agarró un magnánimo protagonismo durante la pandemia: La Exigencia. Me la imagino como una silueta espigada, grande, escurridiza, capaz de esconderse en cualquier espacio y suplantando lugares que no le corresponden. A veces gris, a veces de colores, a veces impostora, disfrazada de Motivación, de Bienestar, de Congruencia. Tan hábil con las palabras que lo que dice parece convincente e irrefutable. En este tiempo –para algunas (o muchas) personas- quizá ha tratado de decir cómo debemos vivir la pandemia, quizá pidió que la vida continuara como si nada y que no paráramos, quizá nos recriminó las veces que nos sentimos con un difuso agotamiento producto del encierro, del miedo y la incertidumbre. Y numerosas formas en que se pudo hacer presente en la vida de muchas, de muchos dejando la injusta sensación de culpa, insuficiencia e incapacidad.


Quizá hoy La Exigencia esté delineando un estándar sobre cómo debería ser nuestro regreso. No hablo de cuestiones de cuidado e higiene, que ya sabemos que necesitamos seguir con dichas medidas. Hablo de una forma correcta de regresar, de incorporarnos y adaptarnos sin dificultad. Y es que La Exigencia es una gran ignorante de los sentipensares, las circunstancias y sus efectos en las vidas particulares, ignorante de los procesos, de la diversidad y sobre todo ignora mucho sobre la pausa y las contradicciones. La he percibido asomándose ahora que se vislumbra un retorno a una normalidad que aún no queda clara, pidiendo regresar rápido, sin dudas, sin objeciones, como si nada hubiera ocurrido, gritando: “¡retoma ya!, ¿¡qué no era eso lo que querías!?”,


No creo que regresar sea una mala idea, sino pienso que regresar es una experiencia no solo singular, sino profundamente íntima y diversa, y por tanto difícil de encapsular en una única fórmula.


No tengo respuestas ni ideas claras… pero tengo la esperanza de que podamos rescatar al Regreso de las redes de La Exigencia y que invitemos a La Pausa, La Pregunta, La Flexibilidad, La Compasión para delinear (en lo posible) lo que necesitamos para regresar. Sé que para muchas personas El Regreso será algo casi imposible de planear porque en sus espacios laborales o las circunstancias de vida urgen a hacerlo. O pienso en quienes han estado en actividades esenciales, como los servicios de salud que no han parado y ni sentirán un regreso como tal, igual que quienes no pudieron parar porque hacerlo significaba perder el sustento.


Por eso tengo la esperanza, de que sea cual sea la situación de cada quien, podamos darnos el espacio –quien así lo necesite- de detenernos a poner en palabras la manera en que esto nos ha transformado. De no hacer como si nada hubiera pasado, porque pasó y ¡mucho! Espero podamos hacernos un ritual colectivo y personal para cerrar y abrir. Tenemos rituales para marcar hitos en la vida colectiva, para pertenecer, para inaugurar, para cerrar, para recibir. Hoy, creo que necesitamos rituales para ayudarnos a narrar lo que hasta ahora nadie había vivido, ¡una pandemia!. Rituales para darle un lugar a lo vivido, a los efectos de ello, a las formas en que resistimos, rituales para hacer la transición, para narrar lo que necesitemos narrar y abrir espacio a nuevas historias.


[*] Estas reflexiones se entretejen con diversas voces que han resonado dentro y fuera del consultorio. Como siempre, quedo agradecida de la forma en que las conversaciones me enriquecen, me dejan pensarme y sentirme. Particularmente agradezco a “Y” y “E” por visibilizar y dinamizar inquietudes compartidas.

[1] El libro es “Filosofía de la finitud”, editado por Herder.

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